SOCIEDAD Aragonesa de gestión agroambiental

Carmina Franco, educadora ambiental en el Centro de Interpretación de la Laguna de Gallocanta

“Como buenas nórdicas, las grullas son ordenadas, metódicas y puntuales”

Carmina Franco (Gallocanta, 1973) es guía y educadora ambiental en el Centro de Interpretación de la Laguna de Gallocanta, como no podía ser de otra manera. Su madre, Carmina Gómez, ya atendía el museo de las aves de esta localidad de la Comarca de Daroca. Enamorada de la naturaleza, también ha publicado dos cuentos relacionados con su trabajo y su entorno, ‘El gigante Endorro’ y ‘Los pájaros del sol’.

– ¿En qué consiste su trabajo en la Laguna de Gallocanta?

Mi trabajo tiene dos partes. Por un lado, atender a los visitantes que se acercan a conocer la reserva natural de la Laguna de Gallocanta, tanto el humedal como las especies que tenemos en él. Y otra parte muy importante es la labor de educación ambiental que llevamos a cabo con los escolares y grupos organizados, sensibilizando sobre los valores ambientales que tiene nuestra reserva.

– ¿Por qué son importantes los Centros de Interpretación de los espacios naturales protegidos de Aragón?

Porque no solamente sirven como acogida a los visitantes, sino porque también desde ellos se dan las pautas de comportamiento en el propio espacio natural y se informa a los visitantes de las incidencias que pueda haber en el espacio.

– Como personal que forma parte de SARGA, ¿qué destacaría del servicio que ofrece a la sociedad aragonesa?

SARGA es una empresa pública que ofrece un amplio abanico de servicios dentro del medio ambiente. Para valorar a SARGA, habría que mirarla con los ojos de los visitantes que vienen desde otras comunidades autónomas, que se quedan sorprendidos de que en Aragón tengamos centros de información y de interpretación en espacios naturales protegidos, visitas guiadas y actividades por los que no se cobra entrada, un servicio para ir a las aulas de los colegios a hacer divulgación completamente gratuito… Buena parte de mis compañeros y yo misma llevamos muchos años trabajando con una grandísima vocación y muchísimo cariño, y los usuarios de estos servicios lo notan y lo agradecen.

– Lleva casi 30 años recibiendo a las grullas cada temporada. ¿Cómo explicaría el creciente interés que despierta este fenómeno?

La grulla es un ave que ha ido creciendo en número en el paso migratorio que hace en Gallocanta y también durante la invernada. Al principio no había visitas específicas para conocer el humedal, pero ahora sí las hay los fines de semana y festivos durante la temporada, desde octubre hasta marzo, y tienen muchísima acogida, se agotan las plazas muy rápidamente. La finalidad es que los visitantes puedan ver las grullas, ya que son bastante huidizas, pero de una manera que les perturbe lo menos posible. Facilitamos que puedan disfrutar de ellas sin molestarlas. Son aves muy grandes, por lo que se ven bien, lo que hace que muchas personas decidan acercarse a conocerlas aunque no haya visita guiada disponible. La Laguna es un páramo, una zona muy llana sin vegetación, y permite verlas muy bien. Las bandadas que forman son un espectáculo. Tampoco hay que olvidar que el sonido que emiten resulta sobrecogedor. Todo esto en su conjunto hace que las grullas sean muy valoradas por los visitantes. Suele ser una experiencia muy gratificante.

– ¿Qué significa para usted este animal? ¿Qué es lo que le atrae de ellas?

Cuando hago las rutas, establezco comparaciones un poco generalistas, que quizá no se deban hacer porque no todo el mundo es igual. Pero, como buenas nórdicas, las grullas son ordenadas, metódicas, puntuales… Y todo eso es lo que me llama mucho la atención de esta ave, así como su capacidad para predecir fenómenos atmosféricos. Si tengo que ponerles un ‘pero’, sería que son tan espectaculares que han eclipsado un poco los verdaderos valores naturales que tiene la propia Laguna de Gallocanta, con o sin grullas, hasta el punto de que, aun teniendo la laguna completamente inundada, llena de acuáticas y flamencos, nuestros visitantes siguen prefiriendo venir únicamente en los meses del invierno a conocer las grullas, que verdaderamente son majestuosas.

– Salió de su pueblo, Gallocanta, para estudiar Educación Social y Filología Francesa en Zaragoza, Gijón y Valladolid, pero después se especializó en Educación Ambiental. ¿Por qué?

Si me hubieran preguntado de niña “¿Qué quieres ser de mayor?”, hubiera respondido que veterinaria o bióloga. Pero nadie me explicó la importancia que tenían las matemáticas para esas carreras y digamos que yo no me llevaba muy bien con los números (risas). Finalmente, me decidí por los idiomas, que también me gustaban mucho. En ese momento, el idioma preferente en España era el francés, así que estudié Filología Francesa, para enfocarme hacia la traducción. Pero una vez que entré en la carrera, me di cuenta de que la formación iba encaminada a ser profesora de francés y la verdad es que estar toda la vida repitiendo la conjugación de los verbos no me acababa de entusiasmar (risas). En medio de esta indecisión, durante uno de los veranos que pasaba en el pueblo me contaron que iba a empezar un curso de formación para guías de la naturaleza y el patrimonio. Esto me interesó mucho porque yo crecí rodeada de aves y de visitantes, ya que mi madre llevó durante muchos años el museo de aves de Gallocanta. Y estas cosas, que cuando eres joven y estás estudiando a lo mejor no les das demasiada importancia, más adelante resulta que sí han calado en ti más de lo que parece. Finalmente hice este curso, salieron unas plazas para trabajar de manera temporal en el centro de interpretación y fui una de las personas a las que seleccionaron, así que ya me quedé aquí.

– ¿Considera, entonces, que ha cumplido un sueño al volver a sus orígenes?

La verdad es que fue todo tan casual que no puedo decir que fuera mi sueño, pero tampoco tenía otro (risas). Simplemente fue sucediendo así. Después de llevar tantos años fuera del pueblo, en tantos sitios distintos, jamás pensé que volvería a vivir a Gallocanta, y menos todavía a trabajar. Digamos que esto era lo que la vida tenía previsto para mí y no me arrepiento de que haya sido así. Estoy muy a gusto aquí, satisfecha de mi día a día. Me considero bastante querida, en general, por todos los habitantes de la zona, los visitantes también me aprecian… Estoy contenta.

– También tiene una faceta como escritora. ¿Sobre qué le gusta escribir?

He publicado dos cuentitos. ‘El gigante Endorro’ lo hice porque, cuando venían niños de Infantil, solo les hablábamos de la grulla y me daba mucha pena no poderles vincular emocionalmente a lo que es la laguna en sí, el humedal. En principio, era un cuento para poder explicarlo en el centro de interpretación, pero finalmente Carlos Pardos, un ilustrador excelente también de Gallocanta, me animó y me convenció para autoeditarlo juntos. Un par de años más tarde publicamos ‘Los pájaros del sol’, este sí dedicado a las grullas y a la cultura nórdica que a mí me tiene enamorada, impulsado también por la relación de amistad que, a través de los años, hemos llegado a entablar con los ornitólogos del norte de Europa que nos visitan.

– ¿Está inmersa actualmente en algún proyecto literario?

Ahora mismo, no. Yo no escribo los cuentos, sino que me salen, brotan de mí. Y ahora no debo de tener ninguno dentro (risas). Habrá que esperar… En el fondo, me sale la vena filóloga.

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