SOCIEDAD Aragonesa de gestión agroambiental

Caroline Antunes, bombera forestal de la cuadrilla R35 Somontano

“Para enfrentarse al fuego hay que tener las emociones equilibradas”

Caroline Antunes nació en Cascavel, en el sur de Brasil, una zona “muy verde y selvática”, describe. Llegó a España en 2006, con 23 años. “Llevo ya la mitad de mi vida aquí”, constata al echar la vista atrás. Primero vivió en Barcelona, donde trabajó en hostelería, y, dos años después, se trasladó a tierras aragonesas, a las que ya considera su “casa”. Su afición por la escalada le hizo enamorarse de los paisajes de Rodellar y el Somontano. Hace un año cumplió su sueño de trabajar como bombera forestal en SARGA. Desde Abiego, localidad oscense en la está asentada junto a su hija de 12 años, recuerda la primera vez que se enfrentó a un incendio o su experiencia como voluntaria en la DANA de Valencia.

– Lleva un año como bombera forestal en Sarga.

Así. Aunque es poco tiempo y estoy aprendiendo todavía, amo mi trabajo. Me encanta. Durante muchos años quise trabajar en SARGA, pero hasta que mi hija no creciera no podía conciliar vida laboral y familiar. Tengo una formación superior en gestión ambiental, decidí aspirar al empleo y conseguirlo fue un regalo.

– ¿En qué consiste su trabajo?

Durante el año hacemos tratamientos silvícolas, aclareo del monte, limpieza de maleza, prevención, cortafuegos… Y en verano, cuando hay alto riesgo de incendio, estamos atentos en la base a cualquier llamada.

– ¿Ha tenido que intervenir en algún incendio?

Sí, justo cuando llevaba dos días tuvimos que acudir a un incendio en El Pueyo de Araguás. Fue un buen estreno. Ya estaba controlado pero había que hacer un trabajo de vigilancia en focos secundarios. Y el año pasado también estuve en otros dos, en Benabarre y en los alrededores de Monrepós. Todavía no he tenido que enfrentarme a ninguno muy grande, pero me gustaría.

– ¿Qué siente cuando tienes el fuego cerca?

Me gusta la sensación cuando te sube la adrenalina. Hay un momento en el que me pongo un poco nerviosa pero me vengo preparando para esas situaciones y solo pienso en que puedo hacer algo útil por los demás y por la sociedad, dentro de mis capacidades y de las limitaciones que tenemos. Hay unos protocolos que seguir, no podemos tomar la iniciativa de manera individual porque somos un equipo y es el jefe de cuadrilla el que nos va diciendo qué hacer, por nuestra propia seguridad y la de todos los demás. Hay que tener las emociones equilibradas.

– Además de por los incendios, ¿por qué son necesarias las cuadrillas forestales?

Antiguamente, los incendios incluso eran beneficiosos para el monte porque así se renovaba, la propia vegetación agradecía esa ‘limpieza’ porque ayudaba a extinguir especies invasoras, por ejemplo. Pero, hoy en día, con el cambio climático y el escaso porcentaje de bosques que queda es muy importante mantener los ecosistemas, no solo para conservar la flora sino también para que los animales no pierdan su hábitat. El trabajo de prevención que hacemos durante el año es muy beneficioso.

– Es feliz en SARGA, trabajando en el monte, la gusta la escalada… ¿Qué significa para usted la naturaleza?

Siento una conexión muy fuerte. Me sigo formando y ahora estoy estudiando Ciencias Ambientales por la UNED. Vengo de un país muy selvático y he crecido en un entorno muy natural, muy rural. En mi infancia parecía más un chico que una chica porque trepaba a los árboles, exploraba los terrenos…. Yo creo que los seres humanos somos naturaleza pero nos hemos desconectado de ella. En nuestro mundo egoísta pensamos que somos la única especie, pero dependemos de nuestro entorno, del agua, del aire, de la tierra… Y este trabajo me da la posibilidad de estar en contacto directo con la naturaleza y poder sentirla, tocarla… Para mí, es impagable.

– ¿Es ese espíritu aventurero el que le ha impulsado a querer trabajar en un sector considerado más de hombres?

Yo creo que las mujeres también tienen una parte masculina, y viceversa. Siempre fui diferente a las chicas de mi entorno, me gustaban los juegos de los niños: saltar, correr, hacer malabares en los árboles… Me siento a gusto en ese medio. En mi trabajo, las mujeres somos minoría y a veces echo de menos tener alguna compañera. Pero estoy orgullosa de que, en un ambiente tan masculino, una mujer se haga valer. Las mujeres nos subestimamos, somos más fuertes de lo que imaginamos. Todos podemos aportar algo: fuerza, sabiduría, agilidad, iniciativa… Nos complementamos y es importante que en un retén de incendios haya personas diferentes con distintas capacidades.

– Aunque su trabajo está más relacionado con el fuego, paradójicamente una de las experiencias más impactantes que ha vivido tiene que ver con el agua, ya que fue trabajó en las inundaciones que la DANA de finales de octubre provocó en Catarroja. ¿Cómo lo recuerda?

Cuando nos ofrecieron la posibilidad, ninguno de mis compañeros dudó en colaborar. El ser humano es egoísta, pero también compasivo. Cuando ves a alguien sufrir tienes el impulso de ir a ayudar. Emocionalmente fue muy fuerte llegar allí y ver en persona el desastre que había sucedido. Yo me imaginaba dentro de aquella situación, con la marca del agua hasta arriba, con toda una ciudad destrozada y se me encogía el corazón. Te quedabas sin palabras.

– ¿Cuál fue su labor?

Principalmente estuvimos limpiando las calles. Había muchísimo barro. Pero en medio del drama, fue muy gratificante conocer a otros retenes y trabajar juntos por una causa común. Además, la gente fue muy acogedora. Nos aplaudían, nos cantaban y, sobre todo, nos daban las gracias. Fue muy bonito y muy emocionante. Fue una experiencia increíble y volvería a hacerlo cien veces más si me necesitaran. Siempre.

– ¿Se plantea quedarse a vivir en Aragón para siempre?

Aunque sigo teniendo familia en Brasil, ya estoy acostumbrada a vivir aquí. Mi trabajo me ata mucho, amo lo que hago y estoy muy orgullosa. Ahora mismo no me planteo ningún cambio. Pero el corazón de un emigrante siempre está dividido. El futuro dirá.

 

 

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