“Somos pioneros a nivel mundial en desarrollar técnicas contra la contaminación del agua”
Pilar Gonzalvo es la responsable del laboratorio de análisis de compuestos orgánicos persistentes que Gobierno de Aragón tiene en Sabiñánigo y gestiona a través de SARGA. Allí lidera un equipo que se encarga de recibir, preparar y analizar muestras de agua para controlar los niveles de contaminación del río Gállego, y también muestras de otras matrices para conocer la calidad del suelo, el aire y estado ecológico. Licenciada en Ciencias Químicas, en la especialidad de Química Analítica, cuando terminó la carrera hizo las prácticas en una fábrica de peróxidos orgánicos y, después, se dedicó varios años al sector alimentario, como técnico de calidad en el laboratorio de una fábrica de harinas. A finales de 2009, fue la encargada de equipar el laboratorio de Bailín que pasó a ser gestionado por SARGA en 2014, desde 2019 es responsable del actual Centro de Referencia de Contaminantes Orgánicos Persistentes en el edificio Pirenarium en Sabiñánigo.
¿En qué consiste su trabajo?
Al principio, recién montado el laboratorio, tenía que hacer un poco de todo porque estaba yo sola. Era analista, aunque también tenía que hacer distintas gestiones como pedidos, mantenimiento de equipos… Luego fuimos aumentando personal y el número de muestras también fue creciendo exponencialmente, por lo que se hicieron ampliaciones hasta que, en 2019, conseguimos un laboratorio nuevo, mucho más grande, más equipado y preparado para el volumen de muestras que estamos trabajando actualmente. Ahora somos siete personas. Al análisis de las muestras se dedican los técnicos y yo me encargo más de la organización, desde la trazabilidad de las muestras cuando entran al laboratorio hasta hacer las órdenes de trabajo, emitir los boletines de cada una de las muestras, hacer los informes de vigilancia, asistir a reuniones, coordinar al personal del laboratorio…
También hacemos guardias. Los protocolos de emergencias establecen que se analizan muestras diariamente, aunque sean festivos, así que hay que venir a trabajar. Estamos organizados y cada fin de semana está planificado para realizar esas analíticas.
¿Cuál es el objetivo del laboratorio?
Las muestras que tomamos y analizamos tienen como finalidad el control de la contaminación del agua, tanto del río Gállego como de las depuradoras y otros emplazamientos. Tenemos que dar el mejor servicio posible para comprobar que el agua es apta y publicamos los datos diariamente en una página que tiene Gobierno de Aragón. Hemos perfeccionado nuestros métodos de trabajo para ser, sobre todo, rápidos. Pero las muestras no solo son de agua; también hay de suelos, de vegetales, animales, gases, aire… Por otro lado, hay muchas entidades, tanto privadas como públicas, que tienen líneas de investigación en sus laboratorios y nosotros analizamos esas muestras a través de los convenios que tienen con el Gobierno de Aragón.
¿En qué se traducen esas investigaciones?
Algunos de esos proyectos, además de estudiarse en laboratorio, ya se han aplicado a campo. Hay zonas contaminadas en las que ya se han empleado técnicas de remediación para eliminar contaminantes. Muchas de esas investigaciones son un tren de actuaciones. Primero se hacen los estudios en laboratorio, se aplican a parcelas pequeñitas y luego se pueden ir aplicando a parcelas más grandes en los focos de contaminación.
También hay líneas de investigación de fitorremediación y biorremediación, que consisten en el estudio de la capacidad de descontaminación mediante organismos vivos presentes en la naturaleza, como plantas y bacterias.
¿Cómo ha evolucionado la cantidad de muestras en los últimos años?
El número de muestras y los tipos de análisis han ido en aumento, desde 3.500 en 2015 hasta las 7.500 actuales. La evolución ha ido a más, tanto en cantidad como en matrices diferentes. Al principio casi todo era agua, muestras líquidas, pero ahora también hay muchas sólidas: lodos de fondos del río, suelos de los diferentes emplazamientos contaminados… De la mano de este crecimiento ha habido que ir aumentando también el personal y los medios para trabajar en el laboratorio. Además del personal que estamos físicamente en el laboratorio, tenemos coordinadores y supervisores en oficinas de Sarga que también trabajan en este proyecto.
¿Cómo es el laboratorio de Sabiñánigo?
Además de contar con las tecnologías y equipos más avanzados y modernos, este laboratorio es muy específico. Trabajamos con compuestos orgánicos persistentes que están relacionados con el lindano y con productos de degradación del lindano. De este tipo de laboratorio solo existe este en Aragón y es un referente no solo a nivel nacional, sino también mundial, ya que tenemos convenios de control con otros países y se llevan a cabo foros internacionales en los que cada uno expone sus avances a lo largo del tiempo y se ponen en común para que aprendamos los unos de los otros.
¿Cómo actuó el lindano?
El lindano es uno de los isómeros HCH que analizamos. Era un pesticida y desparasitante que se comercializaba legalmente y que se demostró que era cancerígeno. Se fabricaba en Sabiñánigo y el problema derivó en que los desechos de la planta se arrojaban en vertederos que no estaban perfectamente preparados y aislados para gestionar este tipo de residuos.
En el proceso de producción, para obtener una tonelada de lindano se producían diez toneladas de otros isómeros y productos de rechazo que había que gestionar como residuo. Estos residuos fueron depositados en vertederos no adecuados para ello, y al no estar perfectamente encapsulados, produjo contaminación en diferentes vías de aire, agua y suelo.
Se ha avanzado mucho en las técnicas de remediación y se ha evolucionado a lo largo de los años, pero, como para todo, se requiere más inversión económica y queda mucho por hacer, aunque el grueso del problema ya está controlado. También se realizó el traslado del vertedero de Bailín a una celda de seguridad perfectamente aislada y preparada para albergar este tipo de productos.
Todavía quedan temas pendientes de acometer, como el sellado definitivo de la celda de seguridad y la demolición de las instalaciones de la fábrica de Inquinosa, pero hay que acometerlas de una manera muy especial porque la contaminación y el polvo que se genere tiene que afectar lo menos posible al entorno, ya que son zonas cercanas a la población.
¿Sigue siendo un tema tabú allí?
Cuando yo llegué, al principio sí. Se había cerrado la fábrica y daba empleo a mucha gente de la zona. Pero yo siempre he defendido que hay que valorar el hecho de que aquí se han desarrollado técnicas que están siendo referencia en otros países que tienen la misma problemática y hemos sido pioneros en muchas de las que se están aplicando en emplazamientos contaminados por este tipo de productos. Hay que estar orgullosos en ese sentido. Nosotros estamos muy centrados en el lindano, pero esta zona tiene problemas de contaminación también por otras causas, igual que muchas otras áreas industriales. Hay que tener en cuenta que en los años 60 y 70 las normas medioambientales no eran tan estrictas y exigentes. Las fábricas se solían construir donde había saltos de agua y pantanos para tener luz fácilmente, por lo que son zonas que pueden estar contaminadas por muchos compuestos.
¿Por qué es importante la vigilancia ambiental para controlar la contaminación?
En general, para proteger y salvaguardar la vida que hay en el entorno. Primero, para las personas de alrededor, que respiran y que viven en los alrededores de las zonas contaminadas; y, también, para salvaguardar la salud de los habitantes de los municipios que toman agua de captaciones aguas abajo, así como de los animales y plantas de todo el entorno.
Siendo de Mainar, un pueblo de la provincia de Zaragoza, ¿cómo lleva vivir en el Pirineo oscense?
Genial, genial. Me gusta mucho la naturaleza y aquí da gusto. Aparte, me considero una persona que se adapta fácilmente al entorno y a los cambios y, además, con los años prefiero sitios tranquilos para vivir.